15000 dólares por segundo
Cifra que equivale al gasto efectuado sólo en Estados Unidos en una nueva
entrega del ya conocido Cyber Monday, el pistoletazo de salida de una
nueva campaña navideña de compras en la red en los países anglosajones y no
anglosajones. En los últimos años el fervor consumista en internet se ha
contagiado a países como Alemania o Portugal, en donde empresas que ofertan
productos de todo tipo ganan cuota comercial año tras año.
Hasta el 70% de ahorro concentrado en un solo día. El lunes se
encontraban páginas web colapsadas después de que algunos trabajadores
reconocían en la red social twitter haber quebrantado al jefe para huir
al baño a comprar desde el móvil en las horas más álgidas -el mediodía
norteamericano-. Todo vale para conseguir las mejores gangas, que además ya se
envían desde la superpotencia a cualquier rincón del mundo, a menudo,
gratificando a sus fieles clientes internacionales con los gastos de envío que
correrían, en este caso, de parte del vendedor si la compra supera un
determinado umbral.
¿Y mientras tanto? Aquí coexisten las dos caras de la moneda, y bien
diferenciadas. Por una parte, el perspicaz internauta “a una pantalla pegado”,
como diría el Quevedo del XXI que emplea su tiempo libre -todo el día- en ahorrarse
parte de su sueldo -prestación por desempleo- rastreando las páginas yanquis de
compras, que en los casos más extremos se reciben en casa el día siguiente. Del
otro lado se encuentran las tiendas físicas, las de toda la vida, las PYMES
comerciales que ya ven al monstruo digital asomar la cabeza cada vez que
encienden el ordenador.
Recordando una entrevista al presidente de la mayor empresa de compras por
internet del planeta amazon.com, cuando fue preguntado por la
supervivencia de las tiendas físicas del futuro, el magnate quiso salir airoso
al responder que el crecimiento de su empresa era inevitablemente imparable,
pero que las primeras se sobrepondrían si conseguían renovarse. ¿A qué se
referiría con esto? ¿A competir con los precios? Imposible, las tiendas
virtuales no tienen gastos de alquiler o compra de locales ni sueldos que
abonar. ¿A la comodidad? Sería más cómodo recibirlo en casa el día siguiente
que tener que buscarlo a 2 grados bajo cero, ¿no?.
Después de todo hay que quedarse con la tradición, el trato humano, esa
sonrisa del tendero, esa amabilidad manifiesta en sus palabras. Pero cuando el
bolsillo aprieta, se olvida esto último, así como los puestos de trabajo que se
podrían crear saliendo, como hasta hace unos años, a comprar por Navidad con la
familia.
Queda aún algo de tiempo para que el mercado digital monopolice el mercado
navideño. ¿O quizás no tanto? ¿Mientras tanto hay que seguir esperando tanto
tiempo esa inyección de capital de dinero público en las campañas de navidad? ¿Esperando
esas subvenciones a este tipo de comercio que cada vez se convierten en más
necesarias? Keynes, uno de los padres de la economía, recordaba que una
masa de dinero de la administración invertida en forma de gasto público era
devuelta en forma de riqueza ciudadana con creces, con muchos creces. Se llama
multiplicador del dinero. Y qué mejor que esto repercuta en la ciudad,
provincia, autonomía o país propios. Los estadounidenses lo saben. ¿Y los
españoles?.